CONDUCCIÓN DE LA ENTREVISTA
Realizar una buena entrevista cualitativa es un arte difícil. De hecho, el problema no consiste únicamente en obtener el asentimiento del entrevistado a ser entrevistado y a responder con sinceridad a una serie de preguntas. La parte más difícil está en «hacer hablar» al entrevistado, lograr provocar un relato fluido en el que el entrevistador se limite a escuchar y a realizar de vez en cuando alguna pregunta de aclaración o alguna intervención cauta para reconducir la conversación a los temas centrales; consiste en conseguir acceder, si no a lo más profundo, al menos al mundo de las emociones y de los sentimientos de la persona entrevistada, a sus más genuinos pensamientos.
Para obtener la plena colaboración del sujeto, el entrevistador debe lograr establecer con él una relación de confianza, no como profesional, sino como persona; lo cual no resulta sencillo en una relación de límites temporales estrechísimos, que a menudo se agota con un solo encuentro, a veces carente de preparación preliminar (a diferencia de lo que sucede en la interacción psicoterapéutica, que se desarrolla a lo largo de un largo período y a través de múltiples encuentros).
La entrevista cualitativa no es una mera obtención de informaciones, sino un proceso de interacción social entre dos individuos. Por ello no resulta fácil dar reglas generales de actuación, dado que su modo de desarrollarse está fuertemente influido por componentes subjetivos. Nos limitaremos, pues, a dar algunas sugerencias.
• Explicaciones preliminares. En el problema del contacto con el entrevistado y de la concesión de la entrevista, el problema principal lo constituye la desconfianza inicial del entrevistado y su inseguridad ante una situación nueva y desconocida. En el caso de la entrevista cualitativa este problema es menor, ya que se suele llegar a la entrevista con una mayor preparación: previamente ha habido un proceso de acercamiento (carta de presentación, llamada telefónica solicitando una cita, a veces presentación por parte de un conocido, etc.), lo que es posible gracias al menor número de contactos necesarios en la entrevista cualitativa respecto a la encuesta con cuestionario (que permite cuidar más cada caso), y por el hecho de que al tratarse de una entrevista en profundidad, es necesario resolver todas las posibles dudas y motivos de desconfianza.
Por lo tanto, en este caso, el problema con el que nos enfrentamos en el contacto inicial no consiste tanto en superar la desconfianza del entrevistado como en hacerle entender qué es lo que queremos de él. Se tratará de describirle explícitamente el objetivo de la investigación, explicarle por qué le hemos escogido a él y por qué le haremos determinadas preguntas que pueden ser personales, justificar en su caso el hecho de que grabemos la conversación, etc.
• Preguntas primarias. Según la distinción que se hace entre «preguntas primarias» y «preguntas secundarias», primarias son las que introducen un nuevo tema o bien abren un nuevo interrogante, mientras que las «preguntas secundarias» tienen como finalidad articular y profundizar el tema de la pregunta primaria.
Utilizando una clasificación de Spradley, referida a lo que él llama entrevista etnográfica, podemos distinguir tres tipos de preguntas primarias.
En primer lugar, tenemos las preguntas descriptivas, como: «¿Me puede hablar de su trabajo?», «¿Cómo se desarrolla su jornada laboral?».
Después tenemos las preguntas estructurales,que tienen como finalidad descubrir cómo estructura el entrevistado su conocimiento; por ejemplo: «¿Me puede decir qué tipo de personas trabajan para usted?», «¿A través de qué vías se puede hacer carrera en su empresa?».
Por último, tenemos las preguntas de contraste, basadas en una comparación; por ejemplo: «¿Qué diferencia hay entre un tractorista y un motorista?», «¿En qué sentido es mejor su trabajo actual que el anterior?».
• Preguntas exploratorias. Una entrevista no consiste simplemente en plantear una determinada pregunta y registrar la correspondiente respuesta. La parte esencial del bagaje técnico del entrevistador está constituida por una serie de instrumentos dirigidos a descubrir y a poner de relieve las posiciones reales del entrevistado - incluso las más ocultas y menos explícitas-. Una típica intervención en esta dirección consiste en el empleo de las denominadas preguntas exploratorias: éstas no son verdaderas preguntas, sino estímulos que tratan de ser neutrales y que tienen como función animar al entrevistado a continuar, a que no esté a la defensiva, a profundizar en la cuestión, a dar más detalles. Se trata de intervenciones caracterizadas por la no directividad, a través de las cuales se intenta hacer hablar al sujeto, limitándose el entrevistador a estimular su iniciativa, sin influir en él, dejando que sea el propio entrevistado quien elija los temas en los que hay que profundizar y la forma de exponerlos, siguiendo el hilo de su razonamiento más que respondiendo a las preguntas.
Podemos distinguir diversas maneras de formular estos estímulos.
• Repetición de la pregunta. A veces basta con repetir la pregunta, bien formulándola de forma distinta, o bien haciendo hincapié en determinadas palabras.
• Repetición de la respuesta o de una síntesis de las últimas respuestas (acción «eco»). En este caso se trata de retomar las últimas respuestas del entrevistado, con sus palabras o con una síntesis nuestra, para invitarlo a profundizar en ellas o a aclararlas. Por ejemplo: «Entonces, me ha dicho que...» (sigue la repetición literal de la frase), «¿Pero qué entiende usted realmente con...?». O bien: «Veamos, si he entendido bien usted me ha dicho que...» (sigue una síntesis de las últimas respuestas), «¿Hay otros motivos?», «¿Hay algo más?», «¿Tiene algo más que decir al respecto?».
• Estímulo, expresión de interés. En este caso el entrevistador se limita a manifestar interés, con expresiones verbales o a veces incluso con simples gestos con la cabeza o bien con interjecciones como «a-ha», en relación a todo lo que el entrevistado está contando. Para señalar su interés el entrevistador puede utilizar también un «Sí ...?» interlocutorio, que puede ser suficiente para animar al entrevistado a que prosiga con su narración. Expresiones neutras para obtener este efecto son, por ejemplo: «Esto es muy interesante», «Continúe», «Entiendo», «¿De verdad?».
• Pausa. A veces dejar pasar algún segundo de silencio, sin preocuparse (por parte del entrevistador) de llenarlo enseguida por temor a crear malestar, puede favorecer que se genere confianza por parte del entrevistado; otras veces el momento de cierta incomodidad creada por la pausa hace que el entrevistado se sienta obligado a romper la situación retomando su narración con más detalles.
• Solicitud de profundización. A veces es necesario pedir al entrevistado más explícitamente que suspenda la narración, para aclarar o profundizar algún extremo. Intervenciones de este tipo son, por ejemplo: «Cuéntemelo más detenidamente», «Me gustaría conocer mejor su pensamiento a este respecto», «No estoy seguro de entender bien lo que usted piensa», «¿Por qué reaccionó usted de ese modo?».
• Lenguaje. En el caso del cuestionario el problema del lenguaje se planteaba en términos de claridad y de comprensibilidad, puesto que la estandarización del instrumento exigía una cuidadosa selección de formulaciones que resultaran comprensibles para todos. En la entrevista cualitativa el problema del lenguaje no se plantea en estos términos, ya que el estilo lingüístico de las preguntas puede variar en función del sujeto, adaptándose a las características del entrevistado. El problema del lenguaje se plantea en el sentido de que éste constituye el instrumento fundamental para establecer el clima de empatía, y por tanto de comunicación, entre entrevistador y entrevistado.
El lenguaje proporciona tanto al entrevistador como al entrevistado indicios para entender qué tipo de persona es el propio interlocutor. Las primeras indicaciones que el entrevistado logra tener, para saber si el entrevistador es una persona muy parecida a sí mismo o muy distinta, serán proporcionadas precisamente por el lenguaje que el entrevistador utilice para presentarse, y para presentar el tema de la entrevista. Si el entrevistador y el entrevistado «hablan el mismo lenguaje», es muy probable que tengan experiencias parecidas, y por tanto es mucho más probable que puedan entenderse el uno al otro.
Naturalmente no siempre es necesario (ni posible) que entrevistado y entrevistador hablen el mismo lenguaje. A menudo el entrevistador se presenta con la apariencia y el lenguaje propios de un investigador y como tal es aceptado, siempre que se muestre auténticamente interesado y el entrevistado pueda percibirlo como una persona que sabe comprenderlo. Aun así pueden darse situaciones en las que rija un clima de desconfianza o de consciente diversidad con respecto al mundo exterior, clima que puede vencerse únicamente si el entrevistador es percibido como una persona que puede entender ese mundo porque de alguna forma lo ha experimentado personalmente o por lo menos ha estado cerca de él. Por ejemplo, en una entrevista sobre jóvenes drogadictos, un entrevistador que de alguna manera haya frecuentado esos ambientes y por tanto conozca su jerga y entienda al vuelo las situaciones cuenta con ventaja respecto a un entrevistador que se presente con el estilo propio de un psicólogo.
• Papel del entrevistador. Después de todo lo que hemos visto hasta aquí, resulta totalmente evidente que en la entrevista cualitativa el entrevistador desempeña un papel no sólo central, sino además determinante (en el sentido literal de que «determina» el resultado de la conversación). Al respecto es necesario recordar brevemente todo lo que hemos dicho sobre el enfoque constructivista en la investigación social, es decir, sobre el hecho de que en el paradigma interpretativo la entrevista es entendida no como una operación de «recogida de datos», en la que el entrevistador registra las opiniones del entrevistado, sino como una relación dinámica en la que la entrevista se «construye» conjuntamente por el entrevistador y el entrevistado, y su resultado depende en gran medida del vínculo empático que se haya instaurado entre los dos interlocutores.
En este contexto la función del entrevistador resulta compleja y no carente de contradicciones. Por una parte, está llamado a desarrollar una función activa de orientación de la entrevista, dirigiendo la comunicación hacia sus objetivos: el entrevistador «premia de forma sistemática las respuestas completas y exhaustivas, pertinentes respecto a los objetivos de la entrevista, y tiende a desanimar las comunicaciones no pertinentes para estos objetivos». Pero, al mismo tiempo, debe tener cuidado de que estas actitudes de animar y desanimar no se transformen, de simples limitaciones de campo, en alteraciones del pensamiento del entrevistado: desplazándole hacia temas más afines a los objetivos de la investigación, el entrevistador puede inducir al entrevistado a alejarse de la autenticidad de sus sentimientos, llegando a orientar sus respuestas.
Realizar una buena entrevista cualitativa es un arte difícil. De hecho, el problema no consiste únicamente en obtener el asentimiento del entrevistado a ser entrevistado y a responder con sinceridad a una serie de preguntas. La parte más difícil está en «hacer hablar» al entrevistado, lograr provocar un relato fluido en el que el entrevistador se limite a escuchar y a realizar de vez en cuando alguna pregunta de aclaración o alguna intervención cauta para reconducir la conversación a los temas centrales; consiste en conseguir acceder, si no a lo más profundo, al menos al mundo de las emociones y de los sentimientos de la persona entrevistada, a sus más genuinos pensamientos.
Para obtener la plena colaboración del sujeto, el entrevistador debe lograr establecer con él una relación de confianza, no como profesional, sino como persona; lo cual no resulta sencillo en una relación de límites temporales estrechísimos, que a menudo se agota con un solo encuentro, a veces carente de preparación preliminar (a diferencia de lo que sucede en la interacción psicoterapéutica, que se desarrolla a lo largo de un largo período y a través de múltiples encuentros).
La entrevista cualitativa no es una mera obtención de informaciones, sino un proceso de interacción social entre dos individuos. Por ello no resulta fácil dar reglas generales de actuación, dado que su modo de desarrollarse está fuertemente influido por componentes subjetivos. Nos limitaremos, pues, a dar algunas sugerencias.
• Explicaciones preliminares. En el problema del contacto con el entrevistado y de la concesión de la entrevista, el problema principal lo constituye la desconfianza inicial del entrevistado y su inseguridad ante una situación nueva y desconocida. En el caso de la entrevista cualitativa este problema es menor, ya que se suele llegar a la entrevista con una mayor preparación: previamente ha habido un proceso de acercamiento (carta de presentación, llamada telefónica solicitando una cita, a veces presentación por parte de un conocido, etc.), lo que es posible gracias al menor número de contactos necesarios en la entrevista cualitativa respecto a la encuesta con cuestionario (que permite cuidar más cada caso), y por el hecho de que al tratarse de una entrevista en profundidad, es necesario resolver todas las posibles dudas y motivos de desconfianza.
Por lo tanto, en este caso, el problema con el que nos enfrentamos en el contacto inicial no consiste tanto en superar la desconfianza del entrevistado como en hacerle entender qué es lo que queremos de él. Se tratará de describirle explícitamente el objetivo de la investigación, explicarle por qué le hemos escogido a él y por qué le haremos determinadas preguntas que pueden ser personales, justificar en su caso el hecho de que grabemos la conversación, etc.
• Preguntas primarias. Según la distinción que se hace entre «preguntas primarias» y «preguntas secundarias», primarias son las que introducen un nuevo tema o bien abren un nuevo interrogante, mientras que las «preguntas secundarias» tienen como finalidad articular y profundizar el tema de la pregunta primaria.
Utilizando una clasificación de Spradley, referida a lo que él llama entrevista etnográfica, podemos distinguir tres tipos de preguntas primarias.
En primer lugar, tenemos las preguntas descriptivas, como: «¿Me puede hablar de su trabajo?», «¿Cómo se desarrolla su jornada laboral?».
Después tenemos las preguntas estructurales,que tienen como finalidad descubrir cómo estructura el entrevistado su conocimiento; por ejemplo: «¿Me puede decir qué tipo de personas trabajan para usted?», «¿A través de qué vías se puede hacer carrera en su empresa?».
Por último, tenemos las preguntas de contraste, basadas en una comparación; por ejemplo: «¿Qué diferencia hay entre un tractorista y un motorista?», «¿En qué sentido es mejor su trabajo actual que el anterior?».
• Preguntas exploratorias. Una entrevista no consiste simplemente en plantear una determinada pregunta y registrar la correspondiente respuesta. La parte esencial del bagaje técnico del entrevistador está constituida por una serie de instrumentos dirigidos a descubrir y a poner de relieve las posiciones reales del entrevistado - incluso las más ocultas y menos explícitas-. Una típica intervención en esta dirección consiste en el empleo de las denominadas preguntas exploratorias: éstas no son verdaderas preguntas, sino estímulos que tratan de ser neutrales y que tienen como función animar al entrevistado a continuar, a que no esté a la defensiva, a profundizar en la cuestión, a dar más detalles. Se trata de intervenciones caracterizadas por la no directividad, a través de las cuales se intenta hacer hablar al sujeto, limitándose el entrevistador a estimular su iniciativa, sin influir en él, dejando que sea el propio entrevistado quien elija los temas en los que hay que profundizar y la forma de exponerlos, siguiendo el hilo de su razonamiento más que respondiendo a las preguntas.
Podemos distinguir diversas maneras de formular estos estímulos.
• Repetición de la pregunta. A veces basta con repetir la pregunta, bien formulándola de forma distinta, o bien haciendo hincapié en determinadas palabras.
• Repetición de la respuesta o de una síntesis de las últimas respuestas (acción «eco»). En este caso se trata de retomar las últimas respuestas del entrevistado, con sus palabras o con una síntesis nuestra, para invitarlo a profundizar en ellas o a aclararlas. Por ejemplo: «Entonces, me ha dicho que...» (sigue la repetición literal de la frase), «¿Pero qué entiende usted realmente con...?». O bien: «Veamos, si he entendido bien usted me ha dicho que...» (sigue una síntesis de las últimas respuestas), «¿Hay otros motivos?», «¿Hay algo más?», «¿Tiene algo más que decir al respecto?».
• Estímulo, expresión de interés. En este caso el entrevistador se limita a manifestar interés, con expresiones verbales o a veces incluso con simples gestos con la cabeza o bien con interjecciones como «a-ha», en relación a todo lo que el entrevistado está contando. Para señalar su interés el entrevistador puede utilizar también un «Sí ...?» interlocutorio, que puede ser suficiente para animar al entrevistado a que prosiga con su narración. Expresiones neutras para obtener este efecto son, por ejemplo: «Esto es muy interesante», «Continúe», «Entiendo», «¿De verdad?».
• Pausa. A veces dejar pasar algún segundo de silencio, sin preocuparse (por parte del entrevistador) de llenarlo enseguida por temor a crear malestar, puede favorecer que se genere confianza por parte del entrevistado; otras veces el momento de cierta incomodidad creada por la pausa hace que el entrevistado se sienta obligado a romper la situación retomando su narración con más detalles.
• Solicitud de profundización. A veces es necesario pedir al entrevistado más explícitamente que suspenda la narración, para aclarar o profundizar algún extremo. Intervenciones de este tipo son, por ejemplo: «Cuéntemelo más detenidamente», «Me gustaría conocer mejor su pensamiento a este respecto», «No estoy seguro de entender bien lo que usted piensa», «¿Por qué reaccionó usted de ese modo?».
• Lenguaje. En el caso del cuestionario el problema del lenguaje se planteaba en términos de claridad y de comprensibilidad, puesto que la estandarización del instrumento exigía una cuidadosa selección de formulaciones que resultaran comprensibles para todos. En la entrevista cualitativa el problema del lenguaje no se plantea en estos términos, ya que el estilo lingüístico de las preguntas puede variar en función del sujeto, adaptándose a las características del entrevistado. El problema del lenguaje se plantea en el sentido de que éste constituye el instrumento fundamental para establecer el clima de empatía, y por tanto de comunicación, entre entrevistador y entrevistado.
El lenguaje proporciona tanto al entrevistador como al entrevistado indicios para entender qué tipo de persona es el propio interlocutor. Las primeras indicaciones que el entrevistado logra tener, para saber si el entrevistador es una persona muy parecida a sí mismo o muy distinta, serán proporcionadas precisamente por el lenguaje que el entrevistador utilice para presentarse, y para presentar el tema de la entrevista. Si el entrevistador y el entrevistado «hablan el mismo lenguaje», es muy probable que tengan experiencias parecidas, y por tanto es mucho más probable que puedan entenderse el uno al otro.
Naturalmente no siempre es necesario (ni posible) que entrevistado y entrevistador hablen el mismo lenguaje. A menudo el entrevistador se presenta con la apariencia y el lenguaje propios de un investigador y como tal es aceptado, siempre que se muestre auténticamente interesado y el entrevistado pueda percibirlo como una persona que sabe comprenderlo. Aun así pueden darse situaciones en las que rija un clima de desconfianza o de consciente diversidad con respecto al mundo exterior, clima que puede vencerse únicamente si el entrevistador es percibido como una persona que puede entender ese mundo porque de alguna forma lo ha experimentado personalmente o por lo menos ha estado cerca de él. Por ejemplo, en una entrevista sobre jóvenes drogadictos, un entrevistador que de alguna manera haya frecuentado esos ambientes y por tanto conozca su jerga y entienda al vuelo las situaciones cuenta con ventaja respecto a un entrevistador que se presente con el estilo propio de un psicólogo.
• Papel del entrevistador. Después de todo lo que hemos visto hasta aquí, resulta totalmente evidente que en la entrevista cualitativa el entrevistador desempeña un papel no sólo central, sino además determinante (en el sentido literal de que «determina» el resultado de la conversación). Al respecto es necesario recordar brevemente todo lo que hemos dicho sobre el enfoque constructivista en la investigación social, es decir, sobre el hecho de que en el paradigma interpretativo la entrevista es entendida no como una operación de «recogida de datos», en la que el entrevistador registra las opiniones del entrevistado, sino como una relación dinámica en la que la entrevista se «construye» conjuntamente por el entrevistador y el entrevistado, y su resultado depende en gran medida del vínculo empático que se haya instaurado entre los dos interlocutores.
En este contexto la función del entrevistador resulta compleja y no carente de contradicciones. Por una parte, está llamado a desarrollar una función activa de orientación de la entrevista, dirigiendo la comunicación hacia sus objetivos: el entrevistador «premia de forma sistemática las respuestas completas y exhaustivas, pertinentes respecto a los objetivos de la entrevista, y tiende a desanimar las comunicaciones no pertinentes para estos objetivos». Pero, al mismo tiempo, debe tener cuidado de que estas actitudes de animar y desanimar no se transformen, de simples limitaciones de campo, en alteraciones del pensamiento del entrevistado: desplazándole hacia temas más afines a los objetivos de la investigación, el entrevistador puede inducir al entrevistado a alejarse de la autenticidad de sus sentimientos, llegando a orientar sus respuestas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario