jueves, 5 de abril de 2018

La Sexualidad Infantil (Tres ensayos) - Freud

SEXUALIDAD INFANTIL.


RECOMENDAMOS ESTE VIDEO SOBRE EL TEMA:


https://www.youtube.com/watch?v=lhKkCa2b2z8

viernes, 23 de marzo de 2018

DEBATE SOBRE LA DESPENALIZACIÓN DEL ABORTO

El embarazo: gran ausente en el debate sobre el aborto

El debate sobre la despenalización del aborto es una de las cuestiones centrales del feminismo. ¿Por qué las discusiones, generalmente centradas en la ciencia o en la religión, omiten la cuestión del embarazo? ¿Y si ese fuera un punto central para pensar el derecho a la despenalización del aborto?

Por Laura Klein Marzo 2018 El embarazo: gran ausente en el debate sobre el aborto

Fuente: http://nuso.org/articulo/el-embarazo-gran-ausente-del-debate-del-aborto-klein/


¿Usted está a favor o en contra del aborto? Más que formular una pregunta, estos signos de interrogación encierran la respuesta en una sola sílaba. Como si fuera un multiple-choice, esa pregunta a quemarropa obliga a rebajar los pensamientos a un sí o un no sin vueltas, sin matices, ajenos a la experiencia, lejanos de la vida. Pero no hay nadie «a favor» del aborto. Todos están «en contra»: quienes lo condenan, se oponen al aborto legal –y favorecen, de hecho, su clandestinidad- y quienes defienden su legalización se oponen al aborto clandestino. Por tanto, antes de encarar cómo se plantea y se empantana el debate sobre el aborto, constatemos primero que su prohibición nunca tuvo como efecto disminuir la cantidad de abortos, y su legalización no generó en ningún país el aumento del número de mujeres abortantes pero sí redujo drásticamente el número de mujeres muertas por abortar en condiciones inseguras.

La pregunta interesante es: ¿por qué sigue siendo penalizado a lo largo de dos mil años bajo distintos argumentos, razones, intereses y valores? Entre los romanos abortar no significaba matar una vida humana ya que se consideraba el feto como parte del cuerpo de la madre. Sin embargo, si la mujer abortaba contra la voluntad del marido, era penada con la muerte por quitarle el beneficio y la decisión sobre su paternidad. Entre los cristianos –incluyendo a la iglesia católica hasta 1869-, abortar antes del tercer mes de embarazo no significaba matar una vida humana ya que se consideraba que hasta ese momento el cuerpo del embrión no recibía el alma humana. Sin embargo, las mujeres que abortaban eran condenadas por un crimen peor llamado «fornicación». Entre los juristas modernos, Francisco Carrara tipificó el aborto como un «delito contra el orden de la familia» y un siglo más tarde el código fascista italiano lo incluyó entre aquellos «cometidos contra la integridad y la salud de la especie».

Desde hace treinta años, se produjo un giro que transformó por completo el terreno en que se discute el aborto. Si hasta la década de 1970 la consigna era «separar el sexo de la reproducción», hoy el aborto se incluye entre los «derechos reproductivos». Antes decíamos «aborto libre y gratuito», hoy decimos «aborto seguro». En lugar de la «libertad sexual», hoy se aboga por la «maternidad responsable». Quiero subrayar que no siempre abortar significó lo mismo, que no siempre se pensó de la misma manera, que el hecho no generaba las mismas reacciones y que solo desde hace unos años convoca a la defensa de la vida. Si antes estaba ligado a la liberación de la mujer y la moral sexual, hoy encontramos la cuestión del aborto inscripta en el terreno de la bioética y los derechos humanos1.

Esta «flexibilidad ética» con la que durante dos mil años se ha logrado mantener, bajo muy distintos modos de organización políticos y sociales, bajo diversas culturas, ideologías, creencias y relaciones de poder, y con un arsenal de argumentos heterogéneos -económicos, religiosos, patrióticos, morales, biológicos, lógicos y científicos- la condena y persecución de las mujeres que abortan, convierte el fenómeno del aborto en un prisma privilegiado para comprender el patriarcado.

Por último, observemos que la cuestión del aborto es una especie de grieta que corroe el mapa de los alineamientos políticos convencionales: se puede ser de izquierda como de derecha, y esto no indica nada respecto de la postura frente al aborto (Lenin lo legalizó y Stalin lo prohibió, es legal en Estados Unidos y en Cuba, lo condenan tanto el conservador Rajoy en España como el antiimperialista Correa en Ecuador.)


II

Para condenar a las mujeres que abortan suele hablarse de «homicidio» o «asesinato». Sin embargo, el aborto no se equipara a un homicidio ni siquiera para quienes lo prohíben. Ni los códigos penales que lo prohíben sin excepción lo incluyen dentro de la figura de homicidio –siempre están separados en dos figuras diferentes: una cosa es «abortar», otra es «matar a otro». Todos conocemos alguna mujer que abortó o a alguien que conoce a alguna mujer que abortó; muy pocos de nosotros conoce a alguien que haya matado a una persona nacida (y probablemente estos casos estén muy ligados al poder, legítimo o ilegítimo, de poderosos o marginales). Todos podemos conseguir el teléfono de un abortero, muy pocos el de un mercenario. Y si alguien escucha a una mujer diciendo «yo aborté», no saltará de su silla. Pero si otra le dice: «yo maté a mi hijo» (de un año, de diez años, de cincuenta) le correrá un escalofrío. Ni el más sincero enemigo de la legalización del aborto logra sentir algo semejante cuando se trata de una mujer que aborta.

No importa cuán irrefutables sean en la arenapública esos argumentos enmudecen cuando nos alejamos de la escena del debate y nos alejamos del «tema aborto» y nos acercamos a las mujeres que se embarazan y deciden abortar, bajo la ley o contra la ley, y estén de acuerdo o no con su legalización. En ese momento todas las razones invocadas en el debate caen, nadie las invoca, ni siquiera las recuerda.

Porque «el aborto» no existe entre las cosas. Abortar es un verbo, hay ahí alguien que actúa, una mujer que lo hace movida por la violenta irrupción de un embarazo que no buscó pero sobre todo que no quiere continuar y que la compele a tomar una decisión también violenta.

Empero, para justificar y defender la soberanía de las mujeres sobre el destino de sus embarazos, se traducen los motivos y decisiones de las mujeres que abortan al lenguaje neutro (presuntamente asexual = igualitario) del derecho. Se habla de «elección libre», «autonomía» y «control del propio cuerpo». Sin embargo, todos sabemos que la mujer que aborta está atrapada. Quedó embarazada contra su voluntad. Ni quiere tener un hijo ni quiere abortar. Esa mujer está entre la espada y la pared. Le está vedado batirse en retirada, quisiera no haberse embarazado, quisiera perderlo espontáneamente. Como en muchas otras cosas de la vida, decide hacer algo que no quiere. Se trata así de una encrucijada trágica, nadie quiso llegar allí pero ahora no decidir implica continuar el embarazo. Entonces, más que «elegir libremente», esta mujer «decide voluntariamente bajo la coerción de su propio cuerpo» que no quiso, no pudo, o no supo someter a su control.

La acusación de homicidio que pesa sobre las abortantes no apela al Código Penal que lo prohíbe (aunque lo diferencia de aquel) sino a los derechos humanos. Así, el debate del aborto toma la forma de un conflicto interno en su estructura misma como un enfrentamiento a muerte entre el derecho a la vida (del feto) frente a los derechos a la libertad y a la vida (de la mujer).

Paradójicamente, los reclamos que nos interpelan desde ambas perspectivas son lícitos: encontramos en los derechos humanos argumentos irrefutables tanto para condenar como para defender la legalización del aborto. El conflicto es tan irresoluble como inesperado. ¿Cómo comprender que el mismo fundamento sirva para avalar prohibición y legalización del aborto? ¿Se trata meramente de hipocresía? ¿O quedan a la vista los límites del discurso de los derechos humanos como panacea de las víctimas? Otro es el curso que toman los argumentadores: un círculo vicioso autoreferencial, estéril para dirimir la cuestión. Esquemáticamente sería así: para demostrar que el aborto tiene que ser o no legal, habría que demostrar primero que abortar es o no un homicidio, que a su vez depende de la pregunta de si el embrión es o no es una persona, pregunta que en realidad se reduce a cuándo comienza la persona, cuestión que depende de qué signo distintivo se elija para definirla.

Se recurre entonces a los conocimientos científicos para que diriman la cuestión. Así, si queremos condenar todo aborto, la opción será el ADN y concluir acto seguido que, siendo esta información única e irrepetible, existe una persona humana desde el momento de la concepción. Si pretendemos condenar todo aborto pero aceptamos la fertilización in vitro, designaremos el momento de la anidación en el útero como el hito clave en que nos volvemos verdaderamente humanos. Si buscamos legalizarlo hasta los tres meses, la mejor opción será designar la sensibilidad como signo distintivo de la persona y ubicar sus comienzos a los tres meses de gestación. Si quisiéramos extender el plazo del aborto legal un poco más, el hito clave será concebir la conciencia como cierto estadio del desarrollo del tubo neural, entre el quinto y sexto mes de embarazo, y fechar allí el momento clave en que nos volvemos aptos para los derechos humanos. Y, para extender aún más el plazo, contamos con el concepto de autonomía para fijar el momento en que un organismo humano se vuelve propiamente tal cuando es viable independientemente, que aquí significa concretamente vivir fuera de otro cuerpo. Vemos así que con argumentos basados en la ciencia cabe demostrar, con igual rigor, tanto una postura como la contraria. Pero si todas las posturas son igualmente demostrables, ninguna demuestra nada.

Mientras tanto, el conflicto se desplaza: en vez de afrontar la cuestión de si una mujer puede o no decidir tener un hijo, tenemos que discutir primero qué es un ser humano. De nuevo la experiencia de las mujeres que abortan queda fuera del debate del aborto.En esta peculiar combinación entre derechos humanos y ciencia, paradójicamente, quedaalienada la experiencia de la mujer que aborta.

¿Por qué? Porque queda expulsado el embarazo. No sólo expulsado: tachado, suprimido, negado, invisibilizado. ¿Cómo? ¿Se puede hablar de aborto sin hablar de embarazo? Los discursos que han colonizado el terreno de la discusión lo logran. Porque las figuras usadas en el debate cuentan la situación de la mujer que va a abortar como un conflicto entre dos individuos –una mujer y un embrión- que tienen intereses enfrentados y contradictorios entre sí. El modo de plantearlo es absolutamente ofensivo, las metáforas lesionan, laceran la experiencia de las mujeres embarazadas, sea que aborten voluntariamente, lo pierdan espontáneamente o decidan darlo a luz. Se habla de muelas y de riñones, de parásitos, de tumores, de litigios entre propietarios e inquilinos.

En todo este planteo hay una ajenidad absoluta entre la mujer y su embrión, como si ese hipotético ser humano hubiera podido serlo antes de que una mujer lo hubiera parido como hijo. Una mujer embarazada no es igual a «una mujer más un óvulo fecundado». El vientre no es un lugar. El embrión no es una persona que vive en el vientre de la mujer, pero tampoco es una parte de su cuerpo como un riñón o una muela. La pregunta sobre si hay una o dos personas está mal planteada, y se disuelve cambiando su formulación: hay y no hay otro, el embrión es y no es otro, la mujer que aborta lo hace para que no lo sea.

El embarazo es el fenómeno que ilumina que no somos «individuos». Esta situación extraordinaria, temporalmente limitada, echa luz sobre la condición humana encerrada en el Uno originario y aislado. Pese al fundamento individualista básico de los derechos humanos (que los esfuerzos teóricos de los últimos años no han logrado socavar) somos hijos antes de ser seres humanos. Venimos de otro. No se puede pensar el aborto sin pensar también la maternidad.

Es precisamente el embarazo lo que diferencia el aborto (legal o no) del homicidio. Y es el embarazo lo que diferencia el aborto de la destrucción de embriones de probeta. Aunque presenten exactamente las mismas características biológicas que los implantados en el útero de una mujer, los embriones de probeta no son personas por nacer, no tienen derechos condicionales y no son abortables porque no hay embarazo alguno que los comprometa. Parece que lo que humaniza no es cierta información genética sino vivir en-de-a través-por… un cuerpo de mujer. Lo que nos hace humanos no es el ADN sino que una madre nos quiera tener. Antes de ser individuos, somos hijos.

El poder es doloroso, los derechos que no provienen de él son impotentes. Hay una distancia irreductible entre el discurso del derecho y el de la experiencia. Y la experiencia del aborto nos dice que el cuerpo no cabe en el derecho, que hay poderes no legítimos y derechos impotentes. Hablar del derecho de las mujeres como si estuviésemos exentas de poder, buscando representarnos nos deja afuera. Porque en muchos sitios las mujeres no hemos conquistado aún el derecho a abortar. Pero tenemos el poder, y si lo tenemos es porque contamos con otro: el de dar vida, el de gestar, el de quedar embarazadas.

1.
Es importante aclarar que este giro no afecta solo al problema del aborto. Se trata del cambio de paradigma instaurado por la globalización, la caída del muro, el fin de la guerra fría y de la oposición entre «libertad» y «justicia», el surgimiento de nuevosmovimientos sociales, el auge de la memoria y una enorme intensificación de las tecnologías científicas, experimentación, digitalización y expansión de las comunicaciones – todo esto bajo la hegemonía simbólica de las verdades de la ciencia y los derechos humanos. No es ajeno a este viraje que el discurso actual de la Iglesia católica respecto del aborto no tenga ya nada de religioso, incluso no tenga ya nada de moral. Porque la Iglesia suplantó elalma por el ADN, y ya no habla ni de salvación ni de pecado, habla de cadena genética única e irrepetible y de derechos humanos, discriminación, minorías y víctimas inocentes.

jueves, 15 de junio de 2017

EL PUDOR, EL ASCO Y LA VERGÜENZA EN LA CONSTITUCIÓN SUBJETIVA.

Algunas cuestiones sobre la especificidad de la consulta en Gineco-Obstetricia.
El Pudor y la vergüenza. El cuerpo femenino.

                                                                                   Marité Colovini



1-En el Area Sexualidad, Género y Reproducción estudiamos que en la etapa de latencia en los niños aparece lo que Freud llama “diques contra la sexualidad”[1]. Estos son: el asco, el pudor y la vergüenza.
.

Estos diques van conteniendo la sexualidad infantil, anticipando la interiorización de la legalidad que más tarde va a situar al ser humano en condiciones de aceptar y respetar las convenciones de la comunidad humana a la que pertenece .

Veremos que así es posible comprender el por qué un niño (en nuestra cultura) que a los tres o cuatro años podía mostrarse desnudo sin inconvenientes, a partir de la latencia (6 años o más) comenzará a taparse cuando se desvista frente a extraños y aún frente a familiares; o comenzará a desarrollar asco frente a ciertas sustancias o acciones.

Este ítems es importante para  pensar en los cambios que pueden producirse en las consultas al médico en los niños y en las niñas a partir de cierta edad.
Por otro lado, el desarrollo de estos “diques”, podrá informar al médico de que el niño está creciendo, cumpliendo sus momentos constitutivos y especialmente en este caso; ingresando en el espacio social, espacio de los “otros”.[2]

Si el niño ha cambiado, es necesario que el médico también cambie su actitud respetando este momento constitutivo y encontrando los modos de no violentar al pequeño paciente en la consulta.

Los chicos no nacen con vergüenza respecto de la desnudez. Ellos aprenden a avergonzarse de su propia desnudez.


2- La vergüenza, con respecto a la desnudez[3], es relativa a la situación individual y costumbres;  no es, por lo tanto absoluta.

Por ejemplo, una mujer árabe, encontrada en estado de desnudez, cubrirá su rostro, no su cuerpo; ella descubre sus pechos sin avergonzarse, pero piensa que mostrar la parte trasera de su cabeza es todavía más indecente que la exposición de su rostro.[4]
En la naciente Palestina, las mujeres fueron obligadas a mantener sus cabezas cubiertas. Para una mujer, ser sorprendida fuera de su casa con su cabeza descubierta era razón suficiente para el divorcio.
En la China pre-revolucionaria era vergonzoso para una mujer mostrar sus pies, y en Japón, la parte trasera del cuello.
En la Francia del siglo 18, mientras cavados escotes eran comunes, era impropio exponer la punta del hombro. Herr Surén, en sus escritos de 1924, hizo notar que las mujeres turcas velaban sus rostros, las chinas ocultaban sus pies, las árabes cubrían sus nucas, y las filipinas consideraban indecente solo el ombligo.

3- El cuerpo es una forma en la que el sujeto se reconoce, con la que se hace representar, pero que se mantiene a cierta distancia, que distingue precisamente lo que es del orden del ser de lo que es del orden del tener. Es un cuerpo para mostrar o esconder, alcanzado por el pudor, un cuerpo para el placer, o el dolor, que puede obtener placer en el dolor, en fin, un cuerpo libidinal, soporte de la más poderosa fantasmática inconsciente. Superficie de inscripción del lenguaje, es un cuerpo que ha perdido la inmediatez de sus relaciones con los objetos del mundo, y que, en su sintomatología, en su enfermedad, se demuestra capaz de desafiar las leyes que rigen al organismo.

4- ¿Qué es el pudor? Jean Claude Bologne, en su tratado Histoire de le pudeur, lo define como un sentimiento de vergüenza, de recato, que una persona experimenta al hacer, considerar o atestiguar cosas de naturaleza sexual, una disposición permanente a experimentar tal sentimiento; una incomodidad ante aquello que nuestra dignidad parece prohibimos. Hay ciertos matices, pues, entre pudor corporal, sexual (dominio de la mujer) y pudor de los sentimientos (más exclusivamente masculino), así como entre pudor contingente y permanente.

 Para el psicoanálisis, si bien el pudor y la vergüenza se presentan en lo fenoménico  como campos similares, y se ofrecen casi como sinónimos, debemos hacer  algunas distinciones.
Ambos tienen una referencia a la mirada.
La inhibición parece hacer serie con el pudor, y la vergüenza. Sin embargo hay entre ellos diferencias que trataremos de precisar.

Es a nivel de las trazas de una mirada que viene a inscribirse el pudor. Y sabemos que una mirada erótica deja trazas.[5]
El pudor se ubica nivel de la constitución del sujeto y forma parte de un rasgo necesario de su posición. Como tal cumple una función y es la de que el sujeto no quede enfrentado directamente con el horror.

Si el pudor entonces es de la constitución misma del sujeto, la desinhibición en el campo de la cultura se coloca en la misma posición que la del perverso[6].
 En la intención del exhibicionista está el provocar el pudor y aún el horror en el otro. El impudor de unos viola el pudor de los otros. El pudor es también un efecto que se busca alcanzar. El pudor es una protección del sujeto y por lo tanto es importante su respeto.

La vergüenza en cambio se inscribe en la serie de la culpa y el deseo.
Es un afecto primario de la relación con el Otro, pero que el Otro destituye cuando goza con la mirada.[7] Podemos decir que la vergüenza y la culpa protegen al pudor.

Por lo tanto, es importante señalar que la vergüenza  será lo primero que aparecerá, siendo una  de las barreras con las que el sujeto defiende su pudor.
Además, si el pudor es parte de la constitución del sujeto, violarlo significa un atentado al mismo sujeto en su raíz.

Estas consideraciones servirán de marco para el tratamiento del pudor y la vergüenza en el marco de la consulta ginecológica u obstétrica.


5- El pudor y la vergüenza, entonces, son afectos eminentemente sociales, no son “instintos naturales” y deben ser puestos en relación con el contexto cultural de referencia, pero además, son índices de que quien los siente está cumpliendo su proceso de socialización.

Por lo tanto, la falta de pudor o de vergüenza pueden alertar acerca de dificultades o fallas en este proceso y en consecuencia atentar contra ellos o violentarlos es un ataque a la socialización del ser humano.


6-Lucien Israel[8] en su libro “El médico frente al enfermo” habla de la “licencia profesional” que adquiere el médico frente a la prohibición social y moral que se refiere al cuerpo de los semejantes.

El médico[9], por el hecho de serlo, se encuentra autorizado socialmente a ver, tocar e intervenir sobre el cuerpo de las personas; en tanto esto está vedado para la gente en general, salvo consentimiento expreso del semejante.
Esta licencia coloca al médico en una posición diferente al resto de sus congéneres en cuanto a la legalidad social,  pero está limitado por aquello que jura al obtener su título.[10]

El ser beneficiario de esta licencia es parte de la imagen del médico que participa del imaginario social y su  carácter sexual puede registrarse en la gran cantidad de chistes que circulan respecto a este aspecto, especialmente en relación a la “licencia” para ver el cuerpo femenino desnudo.


7-El cuerpo femenino es y ha sido a través de los tiempos objeto de ocultamiento, de misterio, de enigma; habida cuenta de que en él se produce el milagro de la vida (concepción y gestación) y de esto dan cuenta una gran cantidad de mitos y tradiciones.

La versión androcéntrica del conocimiento, así como invariantes tales como la universalidad de la premisa fálica[11] para la constitución del sujeto deseante y hablante, han colocado al cuerpo femenino y a las mujeres, en el centro de una pregunta que por siglos permanece sin respuesta.

Además, su carácter de enigma y misterio hace eminentemente atractivo a este mismo cuerpo y a sus portadoras, razón por la cual también se ha identificado a lo femenino como el núcleo de la seducción y hasta se ha comparado a la tentación que produce la mujer con las tentaciones demoníacas.

Es por esto mismo que la “licencia” antes referida como perteneciente al médico cobra toda su importancia cuando quien ingresa en la consulta médica es una mujer. Y es por esto también que los chistes antes mencionados que circulan por la cultura se refieren fundamentalmente a la posibilidad de un médico de ver y tocar cuerpos femeninos.


8-Advertir el carácter social de afectos como el pudor y la vergüenza, así como también el mismo carácter de la “licencia” concedida al médico (limitada por la ética de su práctica) nos coloca frente a una situación que podemos definir como aspectos subjetivos,  éticos y sociales de la consulta en Ginecología y Obstetricia.

Una reflexión seria sobre estos puntos, será el paso inicial para pensar en la relación médico-paciente en esta Área y en las especificidades que podrán presentarse en las consultas médicas en la misma.

Si bien es importante remarcar que la relación médico-paciente no es una técnica ni podría enseñarse a partir de prescripciones o reglas, ya que al tratarse justamente de una relación que se establece entre dos seres humanos se constituirá en cada caso como singular, creemos importante señalar estos aspectos referidos a la vergüenza y el pudor, ya que en las consultas donde el paciente es mujer generalmente estarán presentes no sólo en las pacientes, sino también en el médico.

O sea, insistimos, que no sólo la paciente presentará vergüenza y pudor frente a la consulta sino que también el médico puede encontrarse afectado por tales sentimientos.
Vemos aquí cómo lo subjetivo, lo social y lo ético tiene su presencia efectiva a través de afectos  en el marco de la tarea del médico.

Rechazar los sentimientos que se suscitan en la práctica médica puede llevar muchas veces a dificultades importantes  en la relación médico-paciente[12].
No desconocemos la necesaria “disociación operativa”[13] con la que el médico debe poder contar para desarrollar su práctica, pero acentuamos que se trata de una disociación y no de un rechazo. Disociar implica no desconocer y cuando no se desconocen los propios afectos también se aceptan en el sujeto humano que se tiene enfrente. En el acto de rechazar los propios sentimientos, también se rechazan los del paciente, lo que lleva a una deshumanización de la práctica médica

9-Para concluir, vamos a situar un ejemplo de situaciones que podrían presentarse en la consulta en Ginecología y Obstetricia donde se ponga de manifiesto los sentimientos de pudor y vergüenza.

Una adolescente que consulta primera vez a un especialista en Ginecologíay/o Obstetricia seguramente lo hará en el marco de su crisis respecto a las transformaciones corporales (transformaciones que como ya estudiamos[14] se refieren a la adquisición de un cuerpo sexuado), lo que tendrá que ser recordado por el médico al atenderla.(Especialmente la ambigüedad respecto a la aceptación y al rechazo de su cuerpo sexuado).

Por otro lado, cuando tenga que descubrir su cuerpo frente al médico experimentará sentimientos que probablemente sean nuevos para ella, ya que se sentirá mirada como mujer cuando hasta hace muy poco lo era como una niña. Esto puede intensificar los afectos de pudor y vergüenza aún si el médico es del mismo sexo.

Es necesario en estas situaciones, tomarse el tiempo suficiente para que los sentimientos de confianza se establezcan, recordando siempre que es el profesional el que debe ser “paciente” y esperar que la relación médico-paciente adquiera una consistencia tal que permita a la paciente contrarrestar sus  afectos.

Los cuidados que se toman en el exámen ginecológico contribuyen seguramente a establecer condiciones que tomen en cuenta los afectos mencionados; pero también la actitud del médico, el tono de sus palabras, la discreción de su mirada y el respeto que trasunten sus acciones serán muy importantes para que la consulta se desarrolle en las mejores condiciones.

Este ejemplo, si bien habla de una adolescente en su primera consulta, ejemplifica por el caso máximo lo que seguramente sucede en cada consulta ginecológica, aún tratándose de mujeres adultas .

Conocer y reflexionar sobre la especificidad de la subjetividad femenina puede ayudar en mucho a la tarea del médico y por sobre todo, situarlo en condición de poder afrontar la relación con su paciente de forma tal que la práctica médica resulta eficaz y ética.







[1] En los primeros años el niño ya ha encontrado muchas formas de obtener placer y las ejercita sin reparos, ya que los "diques anímicos" contra las extralimitaciones sexuales (el pudor, la repugnancia, la moral) no están desarrolladas aún. Cuando estas instancias se comienzan a desarrollar en el proceso de socialización, este brote precoz de la sexualidad cae bajo la represión, sospechando Freud que esto se relacione con la particular amnesia que los adultos tenemos sobre los primeros años de nuestra infancia
[2] Este es un ejemplo de indicadores de momentos del desarrollo y operaciones lógicas de constitución subjetiva. Estudiaremos estos indicadores al cursar el Área Pediatría.
[3] El desnudo, por su parte, es una categoría de representación artística; en contraste, la desnudez es el estado que consiste en estar desvestido y que "implica cierto grado de embarrassment [vergüenza, turbación]". El desnudo, tal y como lo analizó Kenneth Clark, es uno de los valores formales de la estética; pero, y así lo demostraron algunos críticos contemporáneos (entre ellos John Berger), resulta ser también un eslabón del discurso sobre la jerarquía, el poder y las cuestiones de género, cuya investigación ha cobrado tanta importancia a partir de la crítica feminista de los años setenta.
[4]  James Laver hace notar que "una campesina árabe, encontrada en los campos sin su velo, pondrá su falda sobre su cabeza, exponiendo de este modo, lo que para la mente occidental, es una mucho más avergonzante parte de la anatomía."
[5] Hemos estudiado en Crecimiento y Desarrollo la importancia de la mirada materna para la constitución del yo del niño. Esta mirada está cargada de erotismo y deja sus trazas.
[6] Iremos construyendo los conceptos inherentes a la Clínica Psiquiátrica y Psicológica en las sucesivas Areas de este nuevo Ciclo. Por ahora es importante retener que neurosis, psicosis y perversión conforman una tríada constitutiva de esta Clínica.
[7] Este punto es muy importante para situar la necesaria discreción de la mirada del médico.
[8] Israel, L. El médico frente al enfermo. Los libros de la frontera. Barcelona 1976. Edición agotada. Hay fotocopias en Recursos Educativos. Capítulo 9: La imagen del médico.
[9] También el/la enfermero/a.
[10] “…..iré por el beneficio de los enfermos, absteniéndome de todo error voluntario y corrupción, y de la lasciva con las mujeres u hombres libres o esclavos. Guardaré silencio sobre todo aquello que en mi profesión, o fuera de ella, oiga o vea en la vida de los hombres que no deban ser público, manteniendo estas cosas de manera que no se pueda hablar de ellas….”. Del Juramento Hipocrático HIPÓCRATES año 460 a.c. . Consultar en: http://www.gerenciasalud.com/eticamedica.htm

[11] Recuperar del Area Sexualidad, género y reproducción el tema Complejo de Edipo, etapas del desarrollo libidinal, etc.
[12] Pujó, M. El remedio o la enfermedad. Publicado en Poubellication Lacaneana Nº 4. Laberintos Editorial, Buenos Aires, 1993. “Cuando se recurre a la noción de una "relación médico-paciente", para explicar lo que primero se desecha, reintroduciendo como un factor exterior lo que durante siglos constituyó la medicina misma, se desatiende que esta relación, que inscribe en una conjunción de términos la idea de una reciprocidad, está afectada por una profunda disimetría. La que instaura la disparidad de posiciones que se plantea en toda demanda, entre aquel que pide y aquel a quien este pedido se dirige; demanda que habitualmente se efectiviza en circunstancias caracterizadas por el dolor, el sufrimiento, la enfermedad. Lo que hace que las expectativas del paciente en cuanto a lo médico excedan en mucho el reducido espacio de la objetividad al que el médico se encuentra preparado para legitimar”.
[13] Este concepto: “disociación operativa”, ha sido muchas veces confundido con “objetividad” o con la recomendación de no dejar actuar a los elementos subjetivos del médico en su tarea. Creemos que es importante que el médico pueda situarse en su papel profesional para su labor y por lo tanto no actuar con el paciente como en las otras relaciones interhumanas, pero sabemos que no es posible pretender transformar al médico en el símil de una “máquina inteligente”. La disociación que el médico necesita para poder operar como tal es un recurso que se adquiere a lo largo de la práctica médica y en el que insistiremos a lo largo de esta carrera enfatizando que tal disociación no es sinónimo del rechazo de la subjetividad del médico sino y fundamentalmente es aceptación de esa subjetividad y reflexión sobre la misma.
[14] Recuperar contenidos del Area Sexualidad, Género y reproducción.

lunes, 3 de octubre de 2016

La ONU reconoce al aborto como un derecho humano.


En Perú hace 15 años una joven de 17 años cursaba un embarazo cuyo feto de 14 semanas tenía anencefalia. Esta es una anomalía en el tubo neuronal, letal para el bebé y en muchos casos también para la madre.
Sin embargo, y pese al diagnóstico confirmado y a que en estas circunstancias esta práctica en Perú es legal, el director del hospital en el que se encontraba rechazó su pedido de aborto.
La joven embarazada no pudo ejercer su derecho, y con el accionar irresponsable de aquel médico tuvo que llevar en su vientre durante nueve meses un feto condenado a morir. Luego del parto y con una sobrevida de solo cuatro días, la joven denunció el hecho ante el comité de Derechos Humanos de la ONU.
En el 2005, el Organismo Internacional concluyó que Perú había violado artículos del Pacto Internacional de Derechos civiles y políticos, lo que obligó al país a compensar financieramente a la joven.
Finalmente, y después de 15 años se la compensó por “el trato cruel, inhumano y degradado” que recibió en el 2001.
Este caso sienta claramente un precedente por partida doble. En primer término por ser la primera vez que un comité de las Naciones Unidas hace responsable a un país por no asegurar el acceso a un aborto seguro y legal, y en segundo lugar es la primera vez también que la ONU reconoce al aborto como un derecho humano.
Este fallo sale a la luz en momentos en los que en nuestro país entrará en vigencia en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires un protocolo para abortos no punibles, restrictivo y claramente contrario a derecho.





En el siguiente link podés abrir el artículo con la noticia:


http://www.laizquierdadiario.com/La-ONU-reconoce-al-aborto-como-un-derecho-humano

miércoles, 14 de septiembre de 2016

Texto completo de la Ley Nacional de Salud Mental nº 26657.

Aquí el link para bajar el texto completo de la Ley Nacional de Salud Mental nº 26657.

http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/anexos/175000-179999/175977/norma.htm

LEY NACIONAL DE SALUD MENTAL.

UN PROGRAMA DEL AÑO 2015 DE RADIO NACIONAL HABLANDO DE LA LEY NACIONAL DE SALUD MENTAL.

IMPORTANTE PARA LA FORMACION DE LOS FUTUROS MEDICOS!!!

http://radiocut.fm/audiocut/ley-de-salud-mental-y-la-realidad/?fb_action_ids=10153304532362961&fb_action_types=og.likes&fb_ref=.VfcZO0Egqzg.like