II. EVOLUCIÓN DEL JUEGO Cuando el
niño nace necesita adaptarse a un mundo nuevo al cual deberá conocer y
comprender. Sus capacidades perceptivas (mirar, oler, escuchar, tocar) van
construyendo una noción de ese mundo pero su incapacidad motriz limita su
capacidad de exploración. Muchos de sus intentos de explorar se hallarán en la
base de su futura actividad de juego. (1;8) A partir de su nacimiento hasta los
cuatro meses el interés del bebé se dirige casi exclusivamente a su madre. A
los pocos días de vida es capaz de reconocerla por la voz y el olfato. desde
que nace, el niño sabe mucho sobre su madre. Como la vista se desarrolla desde
el primer momento, el niño ya puede distinguir la luz de la sombra, su
capacidad de gustar y reconocer sabores ya es notoria desde las primeras horas
de vida y todas sus experiencias van configurando en su mente la imagen de la
madre. Otro sentido muy importante es el tacto, y que el pequeño pueda estar en
contacto con la piel de su madre porque le permite elaborar la pérdida de la
experiencia de haber estado en el vientre materno. Esta relación física es
totalmente necesaria después del nacimiento y la carencia de esta relación
satisfactoria trae como resultado trastornos en el contacto con la realidad y
lo predispone a enfermedades de la piel (1) En el tercer y cuarto mes se
producen cambios importantes tanto psíquicos como físicos; el niño ya conoce a
su madre, y comienza a jugar con su cuerpo (1). Winnicott afirma que las
primeras experiencias del niño sano se relaciona con la primera posesión, y
esta relación se vincula poco a poco con fenómenos autoeróticos, la succión del
puño, del pulgar y más adelante con el primer animal o muñeca blandos y con los
juguetes duros. Cuando el bebé tiene cuatro meses, comienza su actividad
lúdica. Empieza a controlar sus movimientos, coordina el movimiento con la
vista y ya puede acercar la mano al objeto que ha focalizado con sus ojos
siempre que éste se encuentre cerca. El jugar a las escondidas es la primera
actividad lúdica en la cual el niño elabora la angustia de reparación, el duelo
por un objeto que debe perder. El niño a esta edad juega con su cuerpo y con
los juguetes; desaparece tras la sábana y vuelve a aparecer; también juega con
sus ojos a abrirlos y a cerrarlos, tiene el mundo y lo pierde.El niño ahora es
capaz de repetir los sonidos que salen de su cuerpo los escucha y su expresión
cambia. Dichos sonidos son los “laleos”, su primer intento de expresión verbal.
El primer juguete que se ofrece es el “sonajero” (deriva de la sonaja, primer
instrumento musical), y también algo con él aparece y desaparece: “los
sonidos”. Phillippe Gutton, en cambio, considera que la actividad de un bebé es
pre-lúdica, porque el juguete sustituye parcial o totalmente el cuerpo materno
y permite al niño asumir su ausencia, abriendo su curiosidad hacia el mundo.
Sin embargo el prejuguete, es otra llamada a la madre tanto por su material
como por los sonidos que acompañan a su manipulación. Otras de las diferencias
que él observa es que el prejuguete es simple, en cambio el juguete es una
estructura; y sólo a partir de dicha dialéctica pre-lúdica entre la madre y el
niño se puede dar paso al vínculo estructural interno del juguete. (4) El niño
experimenta por medio de movimientos que al golpear un objeto también produce
sonidos, lo chupa, lo explora, lo muerde y va reproduciendo experiencias que le
tranquilizan. Cuando arroja sus juguetes al suelo, espera y exige que se los
devuelvan. Dicha actividad es necesaria porque con ella, el niño experimenta
que puede perder y recuperar aquello que ama. (1). Tanto A. Aberastury como
Phillippe Gutton consideran que es una etapa básica para el niño porque
experimenta, intuye y elabora que las personas o los objetos pueden tanto
aparecer como desaparecer y a través del prejuzgo, los niños expresan que son
capaces de reconocer objetos, apartarlos y atraerlos hacia sí. En este punto,
ambos autores consideran que a pesar de que el niño haya encontrado una forma
de elaborar sus angustias de pérdida, reclaman con urgencia incontrolable la
presencia de sus verdaderos objetos: sus padres. A esta edad el temor a su
pérdida se intensifica y les angustia; su vida emocional está marcada por ella
y conforma el motor de las actividades que describimos. (4)En la segunda mitad
del primer año el niño se interesa por los objetos huecos que puedan contener
otros objetos penetrantes. Y pasa a utilizar todo lo que le sirva para
penetrar; por ej. los ojos, los oídos, las bocas de las personas que están
próximas le permiten hacer sus primeras experiencias de exploración. Sus
objetos preferidos son pequeños, y son los herederos de sus dedos exploradores.
Otros de los juegos que aparecen en esta edad es jugar con los agujeros (de las
bañeras, por ej.) las tazas de juguete, o con una rotura en la pared, o el
agujero de una cerradura... un palo, un lápiz, sus dedos, todo sirve para poner
y sacar, unir y separar. Entre los 8 y los doce meses, el niño se desplaza
gateando, amplía su campo de acción y comienza una minuciosa y constante
exploración. (1) Alrededor de los dos años, el niño descubre un sistema
dialéctico de placeres complejos centrados en una nueva concepción del dentro y
fuera que estructura el propio cuerpo en el medio circundante. Los excrementos
tienen el significado de un regalo de que el cuerpo del niño acepta separarse y
son ofrecidos a la madre con la esperanza de una gratificación (4). Pero debido
a las prohibiciones del adulto, el niño busca sustancias permitidas como agua,
arena y tierra con la cual jugar, realizando castillos, niños, animales
salvajes, líquidos con poderes mágicos; más adelante con la plastilina podrá
modelar objetos. (1). En otras palabras, el objeto anal corporal es sustituido
por un objeto neutro que adquiere un sentido en la relación binaria madre-hijo
-objeto simbólico- (4). Por lo tanto a partir de dicha prohibición corporal se
desarrolla la actividad lúdica. En este periodo del desarrollo se pueden
observar algunos casos extremos que tienen un carácter patológico por lo tanto,
volveremos a ello en el Cap. III. Otro interés que aparece en esta edad es la
fecundidad, consecuencia de la unión; aparecen los tambores, los globos, las
pelotas como juguetes predilectos que simbolizan el vientre fecundo, luego se
transforman en un medio de comunicación y finalmente para la descarga de sus
tendencias agresivas. Al finalizar el primer año, dichos objetos continuarán
siendo centro de su interés, porque tanto el cuerpo materno como el propio se
simbolizan en las formas esféricas; y persistirán como juguetes a través de los
años. En cuanto al aspecto social del juego en esta edad, Rubinstein y Howes
(1976) estudiaron las actividades de niños de 8 a 18 meses y observaron que si
bien no jugaban juntos, sí sentían intensamente la presencia de los demás niños
(3). A partir de los 2 años, los niños comienzan a darle vida a sus muñecas
(3); tanto los muñecos como los animales predilectos corporizarán a los hijos
fantaseados y serán objeto de amor y malos tratos (1;3). En este período
comienza el aprendizaje de la maternidad y la paternidad (1). Y ya a esta edad
se pueden observar juegos paralelos, es decir cuando el niño disfruta la
presencia de otros niños. (3) Los niños de dos años se observan mutuamente con
intensidad y por lo general con una tendencia compulsiva a imitarse (3). Por lo
tanto imita aquellas situaciones que están presentes a sus sentidos. (3) Otras
de las actividades que se manifiestan a los dos años es la de trasvasar
sustancias de un recipiente a otro. Esa actividad lúdica puede tomarse como
indicio que espera y necesita la enseñanza del control de esfínteres, es decir
adquirir la capacidad de entregar a voluntad los contenidos del cuerpo. (1) A
partir de los dos años y medio, el niño adopta jugar con sus amiguitos de la
misma edad, al escondite y a cogerse por sorpresa (6). También descubre cómo
recrear y retener su propia imagen a través de los dibujos y así disminuir la
angustia.
El niño comienza a interesarse por su propio
cuerpo para luego interesarse por otros objetos inanimados; también cuando
dibuja, es el cuerpo su primer interés. La casa que lo simboliza será también
objeto central de sus paisajes (1). Entre los tres y los cinco años el juego
del niño se amplía y se complica; su riqueza e intensidad nos permiten evaluar
su armonía mental. (1). En cuanto al juego de las escondidas, los niños de 3
años prefieren esconderse de a dos y que un adulto sea quien les busque. Es
extraño encontrar que un niño menor de seis acepte a regañadientes el rol
solitario de buscador. (6) A esta misma edad, el niño combina sus juguetes
concentrando cada vez más su atención, y empleando más tiempo con ellos y
comienza a jugar un poquito más con otros niños (3). El niño se fascina cuando
reúne objetos y disfruta cuando repite ritualmente algunas acciones lúdicas. A
los tres años comienza a desarrollarse las amistades y éstas se basan en el
interés que ellos tienen ante el mismo tipo de actividades (3). Los deseos
genitales adquieren pujanza y se expresan en todo tipo de actividades. Los
juegos sexuales entre niños son la norma y no son negativos sino que
contribuyen al buen desarrollo (1). Los juegos sexuales propiamente dichos son
el jugar a papás y mamás, al doctor, a la enfermera, a los novios, a los
casados, a la sirvienta, y en ellos satisfacen sus necesidades de tocar, de
mostrarse, de ser vistos y ver. (1). En estas secuencias se propone tanto la
representación de las pulsiones parciales y su realización como también los
procesos defensivos utilizados a lo largo de la historia del niño. Las actividades
sexuales son el motor de este juego, cuyas secuencias lúdicas se impregnan de
múltiples escenas en las cuales se condensan tramas simbólicas y figuraciones
reales. (4). Pasados los 5 años, el varón prefiere juegos de conquista, de
misterio, de acción; utilizan pistolas, escopetas, revólveres y disfraces de
Batman o de cowboys. En cambio, la niña tiende a buscar juegos más tranquilos,
con muñecas, juegan a la peluquera, a preparar la comida, a servir el té, finge
relaciones sociales, y también suele pedir ropa a su mamá y disfrazarse. (1) A
partir de los seis o siete años, muchos de los juegos se elaboran con
variaciones y reglas; por ejemplo, entran en la actividad lúdica las largas
discusiones –que algunas veces llegan a ser peleas– acerca de las reglas y del
juego legal. También están presentes juegos menos estructurados. Bajo los
juegos del escondite, de cogerse por sorpresa o del perseguirse, se va
configurando otro tema: el del cazador y el cazado. Entre los 4 y seis años
dicho juego se representa como una dramática relación entre animales. A partir
de allí, el juego se dirige hacia otro interés el del cruel opresor versus el
valiente héroe que se resiste. Por ejemplo, Batman y Robin, Robin Hood,
cowboys, -y en la actualidad los personajes de la bola de Drac-. Las lecturas
de ficción, los estudios de ciencias sociales y naturales, las letras y los
números, también enriquecen y estimulan al niño, porque proveen una vía de
expresión y de confrontación de su propia experiencia sobretodo cuando el juego
se sitúa al límite del temor y del triunfo. (1; 6). Por lo tanto con el
aprendizaje escolar aparecen nuevos juegos en los que se combinan las
capacidades intelectuales con el azar. El grupo permite que el niño realice el
aprendizaje de la competencia y del compartir roles, a través de distintos
juegos que van desde el azar hasta la pericia. Por ejemplo, las carreritas, la
lotería, el dominó, el monopoli que le permiten conocer un mundo nuevo. Al
comienzo, la competencia significa aniquilar, se triunfa sobre alguien pero no
con alguien. Uno de los juegos más empleados en esta edad es el “tatetí” o
“tres en rayas”, es el símbolo de las vicisitudes que la vida impone hasta
llegar a establecer la situación edípica. Los competidores son los hermanos y
se lucha por conseguir la relación exclusiva con los padres al mismo nivel el
uno con el otro. (1). A través del monopoli se inicia el juego con un azar, que
simboliza el equipo (los recursos) con el cual iniciamos nuestro enfrentamiento
con el mundo. Hay distintas posibilidades de invertir el capital. Los actos de
generosidad y avaricia, de derroche y ahorro, se ejercitan revelando mucho de
la personalidad del jugador y de su forma de relacionarse con el dinero. En el
ajedrez el motor inconsciente del juego es la necesidad de enfrentar a los
padres, entrar en el mundo de adultos y competir con ellos; el éxito depende de
la habilidad para lograrlo, conociendo las reglas y utilizando adecuadamente
sus capacidades. Otros juegos que se desarrollan a esta edad son el football,
el basquet o el balonmano, la rayuela en los que hay un significado genital
encubierto. (1) Philippe Gutton analiza detenidamente el juego de policías y
ladrones y el de la gallinita ciega. En el primero, considera que el niño
manifiesta de forma elaborada la ambivalencia en relación con su padre, a la
vez temido y deseado. En dicha actividad lúdica, el ladrón no está definido por
los actos delictivos, sino por el hecho de que es perseguido por los guardias.
El campo de lo prohibido es excluido. Se pone en evidencia la revisión de una
relación erotizada con la autoridad, el poder, la fuerza. El ladrón puede ser
atrapado, hecho prisionero, se puede escapar; el guardia puede fracasar en su
tarea pero no puede ser cogido; siempre queda intacto. El placer del ladrón
consiste en ser atrapado, para luego escapar, y luego ser cogido de nuevo. A
veces los niños sólo representan el papel de ladrones y otros de guardias, en
otros casos los papeles se alternan sucesivamente como si les gustase
representar las dos posiciones de la relación con los padres. En cuanto al
segundo juego, el de la gallinita ciega, el autor observa que el héroe del
juego es ciego, al igual que Edipo. El niño que representa la gallina ciega se
le vendan los ojos, porque tiene prohibido ver, y ha de coger a los demás
compañeros que intentan dentro de un espacio delimitado, escapársele,
evitándolo. No puede mirar pero sí tocar. La negación del castigo, la relación
de la búsqueda, son momentos intensamente eróticos, durante los cuales –y al tener
los ojos vendados– el otro es reconocido gracias a las diferencias de su
cuerpo. Durante los 7 u 8 años, el niño con sus amigos más íntimos pueden jugar
durante horas sin la presencia del adulto porque ya saben que hay un adulto
confiado que está disponible. Ahora bien, cuando durante el juego uno o varios
niños pasan a ser el tirano opresor, los demás niños pueden espantarse o bien
resistirse totalmente. A partir de ese momento “la representación” del juego,
el hacer como si, se quiebra y emerge la sensación de un peligro real; entonces
en ese momento el adulto puede ser visto como un mediador de la pelea y de esta
manera los sentimientos se reconducen dentro de los límites de seguridad (6).
Entre los siete u ocho años y hasta llegar a la pubertad, el cuerpo vuelve a
tener un papel fundamental. Se intensifica el gusto por la lucha, por las
carreras y el football; se acentúa el placer por el escondite, por los juegos
de manos. La culminación de estos juegos es el cuarto oscuro (1; 6) donde la
exploración y la búsqueda ya tienen contenidos genitales muy evidentes. La
oscuridad, como condición necesaria en ese juego, nace en la medida en que se
van definiendo más, las capacidades genitales. (1;4) Cuando el niño ya no juega
y abandona estos objetos, es uno de los primeros fenómenos de la pubertad, el
juego se borra... y el niño se orienta nuevamente de un modo definitivo hacia
el cuerpo. Esto se debe a que el niño ya ha adquirido la genitalidad. En este
período aparece el aburrimiento, la morbosidad ansiosa. El niño pasa con
esfuerzo y en forma progresiva de una relación lúdica a una relación de pareja
(sexualizada). En la adolescencia, el juego adquiere significado en relación a
la sexualidad: pretexto de encontrarse, actividad narcisística, etc.